Los Asesinos, también conocidos como Orden de los Asesinos,Hermandad de los Asesinos, y Hashshashin, fueron una orden organizada de asesinos que luchó en una continua guerra secreta contra los Templarios por más de dos mil años. Mientras los Templarios ansiaban el poder para salvar a la humanidad de sí misma controlando su libre voluntad, la Orden de los Asesinos luchó para asegurarse de que superviviera el libre pensamiento, ya que es lo que permite el progreso de nuevas ideas y el crecimiento de la individualidad. Los Asesinos, sino es que la misma orden, datan desde el año 456 aC, y supervivieron a su sangrienta guerra contra los Templarios a lo largo de la Era Romana, la Tercera Cruzada, el Renacimiento, el Imperio Español, la Revolución Industrial, las Guerras Mundiales y el siglo XXI.
El Credo
«Laa shay'a waqi'un Mutlaq bala kul'un mumkin.»
―("Nada es Verdad,todo está Permitido" en árabe)[fte]
El Credo creía en un conjunto de valores que rigen estrictamente la forma de vida de un asesino. Este Credo consistía en tres Principios:
"Aparta tu hoja de la carne del inocente"
"Camúflate entre la gente y fúndete con la multitud"
"Nunca Comprometa a la Hermandad".
Los asesinos llevaron a cabo sus funciones a través de asesinatos políticos, estratégicos, con la esperanza de que matar a un individuo llevaría a la salvación de miles de personas. Los asesinos creyeron que lucharon en nombre de aquellos que no posían las capacidades, recursos o conocimientos para hablar en contra de aquellos que abusaron de su poder.
A pesar de su servicio a aquellos que de otra forma sufrirían, los asesinos son temidos todavía por el pueblo en general, debido principalmente a su método de asegurar la paz. Los asesinos fueron más temidos debido a su terrible reputación de tomar la vida en público, delante de muchos testigos a fin de poner el miedo en los corazones de aquellos que podrían abusar de su poder o corromper a los inocentes. Para ayudar en esto, los asesinos utilizaron un arma eficiente en particular para los asesinatos: laCuchilla Oculta.
Iniciación
Había varias maneras de entrar en la orden: nacer en ella, comoDesmond Miles, o ser reclutados, como Nicolás Maquiavelo. Los Asesinos nacidos en la orden recibían adiestramiento desde los diez años, empezando a recibir las enseñanzas del Credo del Asesino por parte de un maestro, y siendo entrenados por un instructor en combate.
En la Edad Media, la iniciación de los Asesinos consistía en la amputación del dedo anular izquierdo, y posteriormente se recibía una Cuchilla Oculta. Sin embargo, Altaïr Ibn-La'Ahad cambió la costumbre del ritual, y la amputación de un dedo, al ser vista como algo innecesario, se suspendió; en el Renacimiento ya se sellaba el dedo anular con una marca de fuego, y los Asesinos hacían un salto de fe una vez, para terminar su iniciación.
Combate
Edad Media
Durante la Edad Media, Al Mualim instauró unos estándares de equipación a cada Asesino por su rango correspondiente. Los novicios no portaban ninguna arma, y cada rango que ascendían, más armas podían usar. Espada: Generalmente, los Asesinos usaron una espada con empuñadura con forma de cabeza de águila, la cual era usada, sobretodo, por los Asesinos que hacían guardia en Masyaf. Los Maestros Asesinos usaban una espada propias deSiria. Cuchilla Corta: Pocos Asesinos luchaban con una Cuchilla Corta, pero Al Mualim permitió su uso. Cuchillos para lanzar: Los cuchillos para lanzar tenían mayor potencia en ésta época, eran capaces de matar de un único golpe, y los guardias de Masyaf estaban equipados con cinco unidades de cuchillos. Un Maestro Asesino podía llevar hasta quince.
«Rodrigo Borgia, a.k.a. "El Español". Una mancha negra en la historia de la humanidad, Rodrigo dejó un horripilante rastro de sangre en su lucha por unificar Italia bajo el estandarte de los Templarios. Quien se le opusiera simplemente terminaba en pequeños pedacitos dentro de un saco o, en el mejor de los casos, envenenado. Cuando fue coronado Papa, Rodrigo—o debería decir—Alejandro VI, utilizó su influencia para librar la guerra contra cualquier ciudad que se opusiera al gobierno de los Templarios.»
Rodrigo Borgia (1 de enero de 1431 – 18 de agosto de 1503), nacido como Roderic Llançol, posteriormente Rodrigo de Borja, fue el líder de los Templarios durante el Renacimiento en Italia. Sus enemigos lo llamaron "El Español" debido a sus orígeneshispanos, mientras que sus seguidores lo llamaban Maestro.
Un enemigo jurado de la Orden de los Asesinos, Rodrigo conspiró junto a los Templarios y al PapaSixto IV para hacer que las ciudades más importantes de la Italia renacentista cayeran bajo el control Templario. El asesino de esa época, Giovanni Auditore, persiguió a Rodrigo en diferentes de sus reuniones con intenciones de descubrir sus planes, pero Borgia logró escapar de su control en numerosas ocasiones. En 1476, tras planear y ejecutar exitosamente el asesinato del Duque de Milán, Galeazzo María Sforza, Borgia recibió una carta de Marco Barbarigo de Venecia y la llevó a Sixto IV en persona, quien le dio permiso de empezar laconspiración con los miembros de la familia Pazzi para derrocar al gobernante de Florencia en ese entonces, Lorenzo I de' Medici. Tras sobrevivir a una contienda con Giovanni Auditore, Borgia se propuso dar muerte al asesino y planeó ejecutarlo en un plan con los Barbarigo y el confaloniero de justicia florentino, Uberto Alberti. Tras acusar a los Auditore de una supuesta traición y condenarlos a la horca, Borgia puso en marcha el plan para derrocar a Lorenzo I.
Sin embargo, uno de los hijos de Giovanni, Ezio, se convirtió en el siguiente asesino y cazó a los Pazzi junto con su tío, Mario Auditore. Tras la muerte del hijo de uno de los asociados de Borgia, Francesco de' Pazzi, Rodrigo recomendó discreción y cautela en el plan para derrocar a Lorenzo. La conspiración se llevó a cabo, pero Francesco fue asesinado por Ezio, y posteriormente, Borgia hirió de muerte al jefe de la familia Pazzi,Jacopo. Pero Ezio asesinó a Jacopo mientras éste agonizaba. Para ese entonces, la mitad de los Templarios italianos habían sido asesinados, incluyendo a los conspiradores contratados por los Pazzi, y posteriormente, Borgia se mudó a Venecia para unirse al plan para matar al Dogo de Venecia de ese momento, Giovanni Mocenigo. Después de su muerte, y la de los nobles Carlo Grimaldi y Emilio Barbarigo, el dogo fue reemplazado por Marco Barbarigo. Posteriormente, cuando Rodrigo consiguió certeramente la Manzana de Edén, fue emboscado por Ezio y los asesinos de Mario Auditore y Nicolás Maquiavelo. Aunque logró sobrevivir al ataque, Borgia perdió la Manzana de Edén.
En 1492, Borgia fue nombrado Papa y pasó a ser llamadoAlejandro VI, orquestrando en ese entonces planes para recuperar el artefacto, en Italia contratando los servicios de Checcoy Ludovico Orsi y pidiendo ayuda a la Inquisición en España. Durante una ceremonia en la Capilla Sixtina, Rodrigo fue atacadopor Ezio, quien había logrado infiltrarse. Tras varias contiendas seguidas entre ambos, Borgia fue vencido, y Ezio recobró las dos Piezas de Edén. Posteriormente, Rodrigo ayudó a su hijo, el conquistador César Borgia, a invadir Europa y masacrar a los asesinos restantes. A pesar de que Rodrigo no tenía un interés especial en atacar la aldea Asesina de Monteriggioni, César lanzó un asalto masivo al lugar y lo arrasó por completo, lo que trajo como consecuencia varios problemas en Roma y la muerte de un sobrino de Rodrigo, Juan Borgia. Posteriormente, Rodrigo envenenó las manzanas de una cesta de la que comería su hijo César, en un intento por matarlo. Sin embargo, fue traicionado por su hija ilegítima, Lucrecia, y César incrustó dentro de la boca de su padre la manzana envenenada de la que había mordido un trozo, asesinando a Rodrigo.
Biografía
Vida temprana
La estirpe de los Borgia tiene su origen en la noble familia de los Borja quienes, provenientes de villa zaragozana de Borja, se habían instalado en el reino de Valencia tras participar en su conquista junto a Jaime I. Algunos de los miembros de la familia se establecieron en Nápoles y Roma a mediados del siglo XV y adoptaron la grafía italiana por la que fueron mundialmente conocidos.[1]
―Rodrigo Borgia, en una sesión de los Templarios[fte]
En 1476, Rodrigo Borgia ya era todo un hombre religioso muy influyente en el Vaticano y en las provincias más importantes de laItaliarenacentista, por no decir que ya era el Gran Maestro de laOrden de los Templarios, que, desconocido por el mundo, había supervivido con el paso de los siglos.[2]
En un momento desconocido, Borgia entabló contacto con Andreas Palaiologos, sobrino del fallecido emperador Templario del Imperio BizantinoConstantino XI. Andreas, que era un Templario, pidió ayuda al cardenal en su intento de resucitar a los Bizantinos y derrocar al Imperio Otomano. Rodrigo tomó mucho interés en esta operación, aunque se desconoce si llegaron a avanzar en su plan.[3]
Alrededor de ese mismo año, Rodrigo fue uno de los objetivos del Asesino de esa época, el noble florentinoGiovanni Auditore, que trabajaba en secreto para el gobernante de esa ciudad, Lorenzo de' Medici. Rodrigo, que ya había planeado y esperaba para llevar a cabo el asesinato del Duque de Milán, Galeazzo María Sforza—un importante aliado de Lorenzo de' Medici—reunió un grupo de soldados para proteger a sus lacayos en Florencia y desplazarse por un largo viaje por el norte de Italia.[2]
En la noche en que se preparaba para partir de Florencia a Roma, Rodrigo fue emboscado por Giovanni Auditore, quien lo atacó apareciendo desde las sombras de un edificio cerca de su posición. Los soldados que acompañaban a Borgia lo defendieron del atacante, pero Giovanni logró desviar sus asaltos con espada, y estuvo cerca de decapitar a Borgia. Rodrigo, tras esquivar semejante ataque, quedó terriblemente asustado y sorprendido por las habilidades de Giovanni.[2]
Tras correr de la escena y permitir que sus guardias se hicieran cargo de la situación, Rodrigo se ocultó tras el muro de una casa, escuchando aterrorizado el combate entre sus soldados y el asesino. Cuando Giovanni ya había matado al resto de los guardias, Rodrigo sospechó que lo estaba buscando, por lo que decidió conseguir un mejor escondite, pero alcanzó a oír la voz de uno de los guardias, que Giovanni había tomado como prisionero.[2]
Asesinato de Galeazzo María Sforza
«Con la muerte del Duque de Milan, Lorenzo de' Medici ha perdido un aliado poderoso. Estoy seguro de que sus enemigos ya están planeando su siguiente movimiento. La muerte de Sforza no fue el final, sino más bien el comienzo.»
El guardia prisionero fue torturado por los oficiales de Lorenzo de' Medici, y reveló que Borgia trataba de matar al Duque Sforza. El 26 de diciembre de 1476, Sforza fue asesinado por agentes de Borgia, y en consecuencia, sus oficiales en Milán, Marco Barbarigo y varios miembros de su familia escribieron una carta codificada con este anuncio y la enviaron con un mensajero a Roma, donde Borgia la recogería y entregaría personalmente al PapaSixto IV.[2]
Sin embargo, la carta fue interceptada por Giovanni Auditore, quien la llevó a Medici en Florencia. No obstante, uno de los agentes de Borgia más influyentes en esa ciudad, Uberto Alberti, mandó a que descifraran la carta y copió su contenido sin revelárselo a nadie, enviando una carta exactamente igual a Rodrigo en Roma. Giovanni recibió la misión de Medici en persona de perseguir a Borgia y averiguar el contenido y el destinatario de la carta.[2]
Reunión con Sixto IV
«Tengo entendido que… Lorenzo de' Medici no ha mostrado demasiado respeto por nuestra posición.» «Eso es cierto. Pero usted puede obligarlo a que le obedezca. Florencia está débil ahora, con su ayuda—» «No forma parte de mis obligaciones consentir la muerte de nadie. Aunque mi preocupación es por el bien común de la República Florentina… y por lo tanto, estoy preparado y dispuesto a ofrecer mi apoyo espiritual… y ayuda militar para asegurar que se preserve el orden. Y preserve usted el Sello Sagrado, Rodrigo.» «Puede contar conmigo, Su Santidad.»
La copia exacta de la carta llegó a manos de Borgia en Roma, y él se encargó de entregársela personalmente a Sixto IV en la Capilla Sixtina en el Vaticano. Haciendo un acto respetuoso de reverencia ante el Papa y dirigiéndole la carta con una mano, Rodrigo recibió de Sixto IV un comentario irónico de si él ahora era un mensajero. Borgia respondió amablemente que la muerte del Duque de Milán había cambiado muchas cosas, con esto queriendo decir que él debía de llevar el sobre personalmente para evitar algún tipo de desastres. Sin embargo, el Papa Sixto IV sabía que Borgia había sido quien orquestró el homicidio de Sforza, alguien que se había opuesto en numerosas ocasiones a los mandatos del Papa.[2]
Borgia comentó que las ciudades podían cambiar tan fácilmente como el dinero, y Sixto IV habló sobre que Lorenzo de' Medici, gobernante de Florencia, se había mostrado igualmente reacio a aceptar las órdenes de Su Santidad. Rodrigo dijo que el Papa tenía la potestad de obligarlo a obedecerlo, pero éste señaló que no tenía la obligación de matar a nadie. No obstante, Sixto IV no descartó la idea de apoyar los planes de Borgia tanto espiritual como militarmente para que pudiera de "alguna forma" convencer a Medici de serle leal. Por supuesto, Rodrigo sólo planeaba derrocar a la poderosa familia del florentino y así colocar en su puesto a uno de sus lacayos. Sixto IV le dijo que preservara el honor del Sello Sagrado, y Rodrigo Borgia le aseguró que podía contar en él, poco antes de marcharse.[2]
Guerra con los Auditore da Firenze (1476)
«Su cuchilla no será suficiente, asesino. Lo que pase ahora depende de usted. Maneja un conjunto único de habilidades…Giovanni. Así se llama usted, ¿verdad? Un conjunto de habilidades que me encantaría poder tener de mi lado.» «¿Y qué lado es ese?» «El lado que ganará una guerra que usted ni siquiera sabe que ya ha comenzado. El mundo está cambiando bajo sus pies, Giovanni. Únasenos, y podrá vivir para verlo.»
Después de que Borgia saliera de la Capilla Sixtina, caminó por unas cuantas calles de Roma, pasando por el mercado en el que había recibido la carta de Marco Barbarigo. Borgia sabía que estaba siendo seguido por Giovanni Auditore, y, tratando de ubicarlo entre la muchedumbre del mercado, compró una manzana a un vendedor y fingió comerla. Tras echar un vistazo general, Rodrigo optó por desaparecer de la multitud e internarse en la Basílica de San Pedro. Esto era a propósito, pues sabía que Giovanni Auditore le seguiría hasta adentro de la construcción y por ello tenía reservado para él un grupo de soldados expertos.[2]
Tras entrar en la Basílica, Borgia se ocultó detrás de varios de los lugares de construcción y decidió tomar asiento en un improvisado banco de madera. Después de que el conserje de la parte externa de la Basílica negara al asesino Giovanni haber visto a Borgia, éste comenzó a hacer ruido con la manzana que había comprado chocándola contra su mano para llamar la atención del hombre. Cuando la obtuvo—en la forma de la cuchilla del asesino saliendo del depósito de su muñeca—comentó que esa arma no sería suficiente para luchar contra él. También le dijo que era responsabilidad suya lo que sucediera, comentario que hizo que Giovanni se detuviera un momento a escuchar detenidamente lo que decía Rodrigo Borgia.[2]
Borgia explicó que estaba asombrado por las habilidades que tenía el asesino para combatir y demás agilidades, expresando que le hubiese gustado mucho si se le uniera a los Templarios resurgidos. Giovanni preguntó que cuál era su lado, tras ver cómo Borgia lanzaba la manzana que había comprado—un alimento sagrado—al piso en gesto de nula importancia. Borgia señaló que el bando al que representaba ganaría una guerra que ni siquiera Giovanni sabía que ya había empezado. También dijo irónicamente que el mundo cambiaba detrás de él, y le ofreció su apoyo si se le unía, pero recibió sarcasmos del asesino, quien dijo que lo único que iba a unirlos era la daga que pensaba clavar en su cuello. Borgia se molestó increíblemente por el comentario, y sólo respondió con un "ya veremos".[2]
Acto seguido, Borgia hizo una seña para llamar a los guardias ocultos, que avanzaron y atacaron a Giovanni de todas direcciones. Rodrigo se ocultó detrás de la construcción viendo horrorizado cómo el asesino aniquilaba con su cuchilla a todos los guardias uno por uno, y gritó constantemente a los hombres para que lo mataran. No obstante, aunque Giovanni perdió fuerza y equilibrio tras un breve y pesado momento de combate, finalmente terminó por superar a los soldados y mató a los últimos, aunque perdió la cuchilla oculta de su funda en la muñeca. Borgia aprovechó este minúsculo momento de distracción para tomar un fino cuchillo con una mano y aventarlo desde el extremo de la estancia en que se encontraba hasta Giovanni Auditore, quien recibió el proyectil directo en el pecho, y vacilando cayó hacia atrás en gesto de dolor. Aunque el asesino no había muerto, se quedó inerte por unos instantes, tiempo que le permitió a Borgia salir de la Basílica y perderse de vista.[2]
Al día siguiente, Borgia se comunicó con sus aliados en Florencia, y le dijo a Uberto Alberti que arrestara a Giovanni Auditore. Sin embargo, a pesar de que uno de sus lacayos, el Padre Antonio Maffei, envió soldados a su casa, Giovanni no apareció. Borgia dedujo que su familia lo había ayudado a escapar, por lo que decidió reunirse con sus demás aliados—Marco Barbarigo, Alberti, etc. En la reunión, Borgia se enteró de las diferentes cosas que había hecho el asesino, como matar al mensajero de la carta de Marco Barbarigo, y lo cerca e influyente que era con Lorenzo de' Medici. Sin embargo, Rodrigo optó por la calma en la reunión y pidió a sus amigos que no se preocuparan más, pues ya tenía en mente algo para él.[2]
El plan de Rodrigo Borgia en realidad era bastante sencillo, planeaba culparlos de traición según los mandatos de la Iglesia Católica por su lealtad a la familia Medici, que discrepaba de los principios oficiales del Vaticano. Ligado a su interés de Templario, Borgia sabía bien que cualquier otro miembro de la familia Auditore se convertiría en el siguiente asesino, y por esta razón también buscó la forma de matar al resto de sus familiares.[4]
Uberto Alberti, que era el más cercano de los aliados de Borgia a los Auditore y a los Medici, fue quien se encargó de tomar todas las evidencias que señalaran lo contrario a la supuesta traición de los Auditore a la Iglesia para sí, y presionar a la familia de Giovanni constantemente bajo esta acusación. Hipócritamente, Alberti también abogó por los intereses de la familia de conspiradores Pazzi, quienes, según el plan de Borgia, realizarían el atentado contra la vida de Lorenzo de' Medici y lo derrocarían para colocar en su puesto como gobernante florentino a otro de los lacayos del Vaticano.[4]
Ejecución de los Auditore
«No se preocupen. Yo me haré cargo de Giovanni. Ya tengo en mente un plan para él, y entonces nada se nos interpondrá.»
Finalmente el plan se puso en moción. A finales de 1476, Alberti acusó frontalmente a los Auditore de traidores y convenció a Lorenzo de' Medici de no abogar por ellos. Tras encargarse de que Medici pusiera su atención en otros tipos de sucesos que tenían lugar por toda Italia, Alberti puso bajo presión a Giovanni. Éste, que había logrado reunir toda la evidencia que aclaraba que los Auditore no eran traidores a Florencia, fue sometido al encarcelamiento junto con dos de sus hijos, Federico y Petruccio. A pesar de que el tercer hijo varón de Giovanni,Ezio, había logrado dialogar con su padre, que estaba aprisionado en una celda en la punta de la Torre della Signoria y recibió instrucciones de extraer del baúl de la oficina de Giovanni la correspondencia que había tenido con Lorenzo de' Medici y los demás nobles influyentes, a los Auditore se les ejecutó en el cadalso frente alPalazzo della Signoria en un espectáculo público al que asistió Borgia en persona.[4]
Justo después de que Giovanni protestara afirmando que sí había evidencias y de que éstas habían sido enviadas a Alberti, el confidente negó las acusaciones, traicionando a su principal amigo en Florencia y dándole muerte junto a dos de sus hijos. Ezio también estaba en el espectáculo, y cuando reclamó horrorizado a Alberti, éste ordenó a los guardias cercanos que lo capturaran. No obstante, Ezio fue capaz de escapar, y al igual que su padre se volvió un Asesino en los meses posteriores, y de hecho ejecutó en persona a Uberto Alberti durante una celebración en la cual Borgia no estuvo presente. Aparentemente, Borgia no lamentaba la muerte de su aliado florentino, pues ya había hecho éste todo lo que podía serle útil al Templario.[4]
La defensa de San Gimignano
Rodrigo: «Está arreglado. Vieri, tú te quedarás aquí para coordinar a los mercenari. Francesco organizará nuestras fuerzas en la ciudad y me comunicará cuando sea el momento de atacar. Jacopo, tu trabajo es calmar a los ciudadanos cuando haya terminado todo.»
Vieri: «¿Y qué hay del imbécil de Mario? Continúa arrasando mis fuerzas y temo que descubra lo que planeamos.» Francesco: «Él siempre ha sido un problema, igual que el maldito bastardo de su hermano.» Rodrigo: «Ya habrá tiempo de recoger la basura que quede cuando todo haya pasado. Ahora, ¿hay algo más? Muy bien. Que el Padre de la Comprensión os guíe.»
— Rodrigo Borgia discutiendo los planes de defensa de San Gimignano con los Pazzi[fte.]
Poco después, en 1478, Rodrigo Borgia acudió a San Gimignano para reunirse con Jacopo, Francesco y Vieri de' Pazzi. Rodrigo le encomendó a Vieri que se quedara en la ciudad para defenderla y guiar a los mercenarios en los constantes asaltos a esta por los Asesinos de Monteriggioni. Luego, le encomendó a Francesco, padre de Vieri, que organizara las fuerzas y le dijera cuando estuvieran listos para atacar, mientras que a Jacopo le dio la tarea de calmar la ciudad cuando hubiera terminado aquello. Sin embargo, Vieri y Francesco expresaron preocupación por lo qué tan bien podrían defenderse de las fuerzas de Mario Auditore, aunque Rodrigo les recomendó que se tranquilizaran y esperaran al final del conflicto para encargarse de lo demás.[4]
No obstante, en la resultante batalla, Vieri falleció, y con esto creció el temor de que se desmoronaran los planes de Borgia.[4]
Conspiración contra Lorenzo de' Medici (1478-1480)
Borgia: «¡Depositamos nuestra confianza en tu familia y nos compensas con incompetencia e ineptitud! ¡Ahora, cuando se te pide que respondas por tus fracasos inventas excusas y nos insultas! ¿Cómo esperas que responda?»
Jacopo: «No… No sé…»
Borgia: «Está bien. Yo sí sé.»
— Rodrigo Borgia y Jacopo de' Pazzi, justo antes de que el Templario matara a este último[fte.]
En 1478, Florencia entró en una crisis bancaria y por lo tanto su economía se desplomó. A pesar de que Lorenzo de' Medici seguía siendo un líder influyente y carismático, muchos de los florentinos habían perdido fe en él, y éste fue el momento en que Borgia pensó deshacerse del gobierno de los Medici con la ayuda de Sixto IV en Roma, tarea que le encomendó al patriarca de la segunda familia florentina de mayor influencia, los Pazzi.[4]
Este líder, llamado Jacopo de' Pazzi, tenía personalmente relaciones económicas y sociales bastante buenas con los Medici y bajo ninguna circunstancia deseaba verse envuelto de forma directa en un intento de derrocamiento en su contra. A pesar de que Jacopo se mostraba reacio a tomar parte, su descendiente, Francesco, sí quería participar personalmente en lo que consideraba sería el ascenso de los Pazzi al gobierno florentino. Sin ninguna salida y la constante presión de Borgia, Jacopo le pagó a cuatro influyentes Templarios a los que llamó "arrendatarios" para que se ocuparan de derrocar a Medici y usurpar por completo el gobierno florentino. Estos eran el banquero Bernardo di Bandino Baroncelli, el verdugo Stefano da Bagnone, el sacerdote Antonio Maffei y el Arzobispo de Pisa de ese entonces, Francesco Salviati.[4]
Sin embargo, dos días antes de que se llevara a cabo la usurpación del magno poder florentino, el hijo de Francesco, Vieri—que había recibido instrucciones de comandar el destacamento templario en laToscana—murió durante un asalto de los Asesinos de Monteriggionia la ciudad. Los conspiradores que trabajaban para Jacopo temían enormemente que este evento pudiese estar ligado con el asesinato del confidente florentino Uberto Alberti, no obstante, ni Francesco ni Borgia mostraron cuidado alguno ante tal hecho. Francesco primariamente porque no había querido a su hijo durante casi toda su vida y deseaba acabar pronto con los Medici, y Borgia porque solo deseaba que sus planes funcionaran tal como lo había previsto.[4]
La noche anterior al golpe, los conspiradores se reunieron en la cripta de los Asesinos oculta en la Basílica deSanta María Novella. Allí, Rodrigo recordó a Francesco la muerte de su hijo y recomendó a los conspiradores actuar con cautela, antes de cerrar su reunión con el lema Templario.[4]
Para desconocimiento de Borgia y los demás, la última parte de su reunión había sido escuchada por el ahora Asesino Ezio Auditore, quien se había infiltrado aquella noche en la cripta. Ezio también había sido el que mató a Vieri de' Pazzi junto a sus aliados en la Toscana, y planeaba salvar a Lorenzo de' Medici del atentado contra su vida.[4]
Ese día, Lorenzo de' Medici salió del Palazzo de la Signora con su esposa y caminaron por el Duomo, momento en que entre el público salieron los conspiradores Baroncelli, Bagnone y Maffei. Estos tres intentaron atacar a Lorenzo, pero antes Baroncelli y Francesco asesinaron brutalmente a Giuliano, hermano de Lorenzo. Fue entonces cuando todos ellos se abalanzaron sobre éste y lo apuñalaron en diversas partes del cuerpo, aunque fueron vencidos por Ezio Auditore, que emergió de entre la muchedumbre. Baroncelli, Bagnone y Maffei escaparon, pero Francesco fue directamente al techo del Palazzo de la Signora en busca de los guardias que junto a él planeaban derrocar a los Medici. Ezio logró salvar a Lorenzo y escoltarlo hasta un escondite donde sus soldados leales lo atendieron y curaron de sus heridas. Posteriormente, Ezio mató a Francesco en la Torre de la Signora, momento en el que se acercó Salviati con los mercenarios pagados por los Pazzi, pero que tras ver el fallo completo en su planeación, se retiró horrorizado. Poco después, Lorenzo de' Medici instruyó a Ezio a asesinar a todos y cada uno de los conspiradores restantes, los cuales estaban todos ocultos en la Toscana—más específicamente en la aldea de San Gimignano—para una reunión que tendrían con Borgia.[4]
Para 1479, Rodrigo sabía bien que Ezio estaba eliminando a los lacayos de Jacopo, y de hecho pensó en la reunión que tendría con el último miembro de la familia Pazzi como carnada para atraer al Asesino. Borgia ansiaba conocer personalmente al hijo de Giovanni Auditore, ya que admiraba mucho a las habilidades de los Asesinos. En 1480, durante la reunión con Jacopo y el noble veneciano Emilio Barbarigo, Borgia se sorprendió de escuchar del Pazzi pretextos incoherentes y culpas mayormente dirigidas a Emilio. Rodrigo simplemente refutó sus acusaciones y lo acusó de ineptitud y Emilio, a su vez, lo llamó cobarde. Jacopo se sintió avergonzado y no supo qué hacer, expresando su particularidad, a lo que Rodrigo respondió atravesándolo con una espada. Jacopo, en sus últimos momentos, pidió piedad y dijo que podía solucionar la situación, a lo que se negó Rodrigo y finalmente atravesó su cuello con la espada. En ese momento, Borgia distinguió a Ezio, y le hizo una señal a los guardias para que lo capturaran. Rodrigo expresó sarcásticamente el hecho de que el Asesino no había obtenido lo que había ido a buscar, pues él mismo se había encargado de matar a Jacopo; y aunque éste murió realmente poco después a manos del mismo Ezio, así quedó recordado. Antes de que Ezio se liberara y derrotara a los guardias, Rodrigo Borgia y Emilio Barbarigo ya habían abordado un barco y se dirigían a Venecia.[4]
Poder veneciano
«(Marco) Perdone, Maestro. ¿Pero no es esto demasiado peligroso para usted? Involucrarse tan íntimamente en la minuciosidad de nuestros planes.» «La verdad siento la necesidad de verme envuelto de una forma más directa. Los Pazzi nos decepcionaron en Firenze. Os suplico que no hagáis lo mismo.» «(Silvio) No se preocupe esta vez. Los Pazzi fueron una bandada de imbéciles—» «Los Pazzi fueron una familia venerable e influyente, reducida a polvo por un joven Asesino. No subestiméis a este enemigo tan problemático y particular que ahora azota vuestra ciudad, o el mismo destino aguardará a los Barbarigo. Quiero que esto sea hecho prontamente. (Pausa) Bene, debo regresar a Roma. El tiempo es esencial. No nos fallen.»
―Rodrigo Borgia discutiendo con Marco y Silvio Barbarigo[fte]
Posteriormente, Borgia se mantuvo entre Roma y Venecia para supervisar los poderes de los Templarios en ambas ciudades. En Venecia, recibió noticias de la muerte de Emilio Barbarigo, quien había sido descrito durante toda su carrera política como titán de la policía y terror del bajo mundo. Debido a este suceso, y con el temor de que fuera Ezio quien estuviera buscándolos en esa ciudad, Borgia hizo los arreglos para matar en un plazo corto al Dogo de ese entonces, Giovanni Mocenigo. A pesar del titubeo de sus arrendatarios nobles en Venecia, Borgia quería que sucediera lo más pronto posible, por lo que decidió viajar a la ciudad y encontrarse con los miembros de la familia Barbarigo en persona.[4]
En una calle de Venecia, se reunió con Marco y Silvio Barbarigo, Carlo Grimaldi, y el guardaespaldas Dante Moro. Rodrigo recibió un respetuoso trato por parte de los individuos, quienes lo llamaron "Maestro", aunque a sus espaldas se dirigían a él también con el pseudónimo de "El Español", forma en la que secretamente se hacía referencia para no ser explícitos. Rodrigo se molestó cuando los sorprendió hablando de él y de lo que harían para matar al Dogo Moncenigo, alegando que esa decisión jamás les había correspondido y que ninguno de ellos había obtenido el permiso de hacer planes. Marco se disculpó y aclaró que solamente desaba servir, aunque no fue realmente convincente. Rodrigo fue muy claro después de eso: señaló que el plan era que el Dogo Moncenigo debía morir esa misma noche y que tras el evento, el puesto sería cedido a Marco Barbarigo, a lo que éste respondió con una reverencia exagerada de orgullo. Tras el agradecimiento ornamentado de Marco, Silvio intervino para protestar pero no dijo nada, y Rodrigo pasó por alto el gesto. Acto seguido, Rodrigo se dirigió a Grimaldi y le dijo que él era la persona más cercana a Moncenigo de los que estaban presentes, y también fijó que su ayuda no sería olvidada, con lo que quería decir que recompensaría a Grimaldi si éste triunfaba en la muerte del dogo.[4]
Tras indicarle al grupo que lo siguiera, ellos caminaron por algunas calles de Venecia. Borgia señaló que no deseaba que se esparciera mucha sangre en la muerte de Moncenigo y que, sobre todo, fuera un suceso callado y del que poco se supiese. Grimaldi estuvo de acuerdo, y Rodrigo le preguntó que qué tan cerca estaba él del dogo, a lo que contestó que como era él quien estaba a cargo del control del palazzo del dogo, Moncenigo confiaba en él como en muy pocos. Entonces, Rodrigo le instruyó que se metiera en la cocina del palazzo y envenenara la comida del dogo, si es que era tan influyente, y Grimaldi accedió. Luego, Rodrigo se dirigió a Marco mientras caminaban, preguntándole si sería capaz de hacerle llegar alguna toxina sin que fuera tan notorio, a lo que Marco respondió que no podría, pues señaló que esta no era su campo de conocimiento, con lo que Rodrigo preguntó a Silvio, y este dijo que estaba al servicio del Maestro. De hecho, Silvio reveló que sus "alianzas" en las calles podrían conseguirle un poco del veneno Cantarella. Rodrigo preguntó que qué era, y Silvio aclaró que se trataba de un excelente arsénico que era muy difícil de rastrear. A Rodrigo le gustó la idea y dijo que estaba decidido.[4]
Cuando llegaron a una plaza de mercado, se detuvieron en el Puente de Rialto, y Marco le preguntó a Rodrigo si no era peligroso que él se viera tan envuelto en las decisiones venecianas porque creía que estaba demasiado expuesto al peligro. Rodrigo respondió que tenía la necesidad de involucrarse en los planes de forma más directa. Rodrigo sintió preocupación, y dejó amenazadoramente aclarado a los demás que si bien los Pazzi los habían decepcionado en Florencia, esperaba que ellos no lo hicieran. Silvio se rió y le dijo a Rodrigo que los Pazzi habían sido unos confiados y unos estúpidos, a lo que el español contestó diciendo que los Pazzi habían sido una familia poderosa con la que había acabado enteramente un solo Asesino. Rodrigo le advirtió al grupo que no subestimara a Ezio, ya que él estaba en la ciudad o el mismo destino le llegaría a los Barbarigo; también señalando que quería que la muerte de Moncenigo fuera ejecutada pronto. Tras reparar en un movimiento extraño detrás de unas cajas en el mercado, Rodrigo aclaró que debía regresar a Roma.[4]
Sin embargo, Rodrigo no se equivocó en lo que dijo, pues el exceso de confianza de los Barbarigo llevó a la eventual muerte de Carlo Grimaldi, aunque se logró ejecutar a Moncenigo y poner a Marco en su lugar. No obstante, tanto Marco como Silvio y hasta el mismo Dante fueron asesinados por Ezio Auditore, y éstos revelaron que había sido puesta una trampa para él, pues todos debían regresar a Roma por alguna razón desconocida.[4]
La fantasía de "El Español"
«Ezio, ha pasado un buen tiempo.» «Rodrigo… ¿Entonces, dónde está?» «¿Quién?» «¡Tu profeta! ¡Parece que nadie más se ha molestado en aparecer, Rodrigo! ¿Cuánta gente ha muerto por esto? ¿Por lo que hay en esta caja? ¡Y mira bien, aquí no hay NADIE más!» «Afirmas no ser un creyente, mas sin embargo aquí estás. ¿No puedes verlo? El Profeta ya está aquí. ¡YO SOY EL PROFETA! ¡Ahora dame la Manzana!» «Ven y quítamela tú mismo.»
―Rodrigo Borgia confrontando a Ezio Auditore da Firenze en Venecia[fte]
Tras la muerte de todos los Barbarigo aliados de Rodrigo en Venecia, y la sucesión del puesto de dogo porAgostino, quien en varias ocasiones demostró su apoyo a los Asesinos, Borgia ordenó que la Manzana de Edén le fuese llevada a él secretamente en Venecia para partir a Roma.[4]
Cuando el barco de carga atracó en el puerto, Borgia ya estaba aguardando la llegada en uno de los edificios de custodia protegido por sus guardias. Sin embargo, el guardia estaba siendo seguido por Ezio Auditore, quien, tras ocultarte detrás de los edificios en los que el guardia procedía a asegurarse de que el objeto estuviera bien almacenado en una caja de madera, asesinó al portador y tomó su traje. Una vez que se vistió, los guardias no lo notaron y continuó a cargar la caja y seguir al guardia que presentaría el objeto ante el "Maestro" Rodrigo Borgia. Rodrigo permaneció en la espera a las afueras de un edificio, y en cercanía a un muelle veneciano y a uno de los canales por los que pasaban góndolas. Cuando los guardias llegaron, él se sorprendió de ver que todo había salido bien, y el guardia presentó la caja y señaló que el plan había salido como lo habían previsto. La misión que se había ejecutado en Chipre, supervisada por Rodrigo, había sido totalmente exitosa, aunque difícil, y que tenían la Manzana de Edén. Sin embargo, el guardia fue asesinado por Ezio, quien clavó su cuchilla por su espalda, así como a otros dos guardias que estaban a su lado. Rodrigo rió sarcásticamente y dijo que desde hacía un buen tiempo no se había encontrado con Ezio. El Asesino lo llamó por su nombre y le preguntó desafiante que dónde estaba el Profeta, alegando que no había más nadie en aquel lugar y que ya mucha gente había muerto por culpa del objeto en el interior de la caja, del cual desconocía su origen. Rodrigo le dijo a Ezio que aseguraba no ser un creyente, mas sin embargo ahí estaba, y también afirmó que era él el Profeta. Luego le ordenó que le diera la Manzana, a lo que Ezio respondió que si tanto la deseaba se la quitara él mismo.[4]
Este crudo diálogo dio inicio a una sangrienta confrontación, en la que Rodrigo y Ezio desenvainaron sus espadas y lucharon en carne propia uno contra el otro, ambos derramando gotas de sangre por el control de la Manzana de Edén que yacía dentro de la caja. Rodrigo, aunque fue golpeado y acuchillado varias veces por Ezio, logró mantener el control de la pelea durante unos cuantos minutos, e incluso mantener una distancia de Ezio desde la cual poder atacarle con asaltos severos y seguidos de la hoja de su espada, mayormente dirigidos a la cara, y estos acompañados de unos cuantos puñetazos. Sin embargo, Rodrigo no tardó en cansarse y la contextura física de Ezio probó ser beneficiosa para mantenerse superior en el duelo.[4]
Aunque el combate resultó ser muy duro para ambos, al final Rodrigo logró distanciarse y terminó mofándose de Ezio, preguntándole si no podía dar más y que dónde estaba el resto de su gente. Cuando el Asesino preguntó a qué se refería, Rodrigo se dio cuenta de que no sabía que en Venecia estaban los demás Asesinos buscando ayudarle, ocasión y hecho que aprovechó para pedir ayuda a sus guardias. Varios guardias y soldados salieron del edificio y socorrieron a Rodrigo, quien se alejó un poco de Ezio mientras los protectores se esforzaban por defenderse de sus ataques y no vacilar en los seguidos golpes que daban. Rodrigo trató de ayudar a sus guardias y atacó a Ezio con su espada en varias oportunidades, pero los guardias comenzaron a morir por la hoja del Asesino, lo que instó a su capitán a recordarles su entrenamiento y a darles impulso para vencer a Ezio. No obstante, los guardias fueron derrotados, y solo quedo Rodrigo cuando el tío de Ezio, Mario, apareció detrás de él para ayudarlo, diciéndole que no se preocupara, ya que no estaba solo. Cuando un guardia trató de matar a Ezio, el soldado fue apuñalado por la espalda por La Volpe, un líder de un gremio florentino de ladrones que había ayudado a Ezio y que también se presentó en el sitio. A las ayudas de estos hombres se les sumó la de Antonio de Magianis y Bartolomeo d'Alviano.[4]
En la crudeza de la lucha que ahora se libraba entre el grupo de guardias liderados por Rodrigo y el de Ezio y sus aliados, Borgia gritó que la exhibición era patética, y que ningún Asesino podía detener lo que ya estaba escrito. También afirmó que lo que yacía en la Cámara del Vaticano, lo cual pertenecía al Profeta, solo podía verlo él. Cuando Ezio se acercó a Rodrigo para combatir directamente contra él, éste se rió y le dijo que aquella pelea era demasiado combate para él, llamándolo niño, y asegurando que él iba a morir a manos de él así como había muerto su padre. Luego, cuando Ezio utilizó sus cuchillas para defenderse del sable de Rodrigo, éste exclamó que la guerra había avanzado mucho más de lo que ninguno de ellos ahora era capaz de luchar. Luego, cuando Rodrigo se enfocó en luchar contra La Volpe y Mario Auditore, se dirigió a Ezio y le dijo que sus hermanos no habían merecido morir, y que su muerte solo había marcado un punto clave, lo que él afirmó que significaba que nadie obtendría piedad cuando se cruzaba con un Templario. Luego, cuando Ezio fue atacarlo, Rodrigo hizo una señal a un guardia con una lanza que lo protegió y luchó cara a cara contra el Asesino. Mas sin embargo, terminó con la muerte de todos los guardias, y Rodrigo se vio entonces combatiendo contra cinco hombres armados y capaces de darle muerte. Ezio lo atacó frontalmente, y tras varias acuchilladas y quedar cansado y herido, Rodrigo cesó. Cuando bajó su arma, aparentemente ya sin fuerzas, Ezio avanzó y dijo que lo iba a matar en honor a su padre, pero Rodrigo logró darle una patada en el abdomen y tumbarlo al suelo. Tras esa demostración, huyó sin la Manzana, abandonando el lugar.[4]
Una vez que Rodrigo ya partió, Ezio se vio recibido por varios otros de sus aliados, incluyendo el filósofo Nicolás Maquiavelo, quien le contó que la existencia del Profeta era conocida y que debía presentarse, mas al no aparecer nadie lo más probable es que éste fuera nada menos que el mismo Ezio, y no Borgia. Rodrigo mismo también guardaba ese temor al perder la Manzana de Edén, y cuando regresó a Roma procuró conseguirla otra vez bajo cualquier costo.[4]
Lazos intermedios
Durante ese mismo año, Rodrigo descubrió que el último esposo de Caterina Sforza—la condesa de Forlì—había creado un mapa que ubicaba todas las páginas existentes del Códice de los Asesinos, por lo que contrató a los Hermanos Orsi para que lo consiguieran. Los Orsi también descubrieron que Caterina estaba igualmente en posesión de la Manzana, de modo que lanzaron un ataque masivo a la ciudad y tomaron el artefacto a la fuerza, planeando presentárselo a Rodrigo para recibir una paga extra. Desafortunadamente para él, Ezio logró matar a los dos hermanos Orsi, aunque la Manzana no tardó en caer en manos de Girolamo Savonarola, un enemigo jurado de Rodrigo.[4]
Con la Manzana, Savonarola tomó el control de Florencia tras la muerte de Lorenzo de' Medici. Rodrigo envió repetidamente a sus hombres a Florencia con ansias de volver a adquirir la Manzana, aunque no lo consiguió ,[4]también, Savonarola fue excomulgado de la Iglesia por Rodrigo porque calumniaba a él y a su familia.[5]
En los años posteriores, Rodrigo engañó al Inquisidor español General Tomás de Torquemada para que capturara y matara a los Asesinos que estaban en España. Tomás, que pensó que Rodrigo creía tanto en Dios como él, siguió inconscientemente sus órdenes. Rodrigo también descubrió los planes de Cristóbal Colón de navegar al oeste; sin embargo, él sabía de la existencia del continente América y los tesoros que en éste yacían, y no quiso que nadie lo averiguara antes de que él diera con estos primero. Por lo tanto, Rodrigo arregló una reunión con Cristóbal en Venecia. El amigo de Cristóbal, Luis Santángel, quien era secretamente un Asesino, sospechó una trampa y pidió ayuda a Ezio. Ezio logró rescatar a Cristóbal, y finalmente él pudo viajar al oeste.[6]
Rodrigo ofreció a su hija, Lucrecia Borgia, al hijo de Caterina Sforza, Ottaviano Riario. Rodrigo pensaba que, con un yerno como Ottaviano, podía controlar las regiones de Forlì e Imola. Caterina rechazó la oferta, ya que conocía los planes de que Lucrecia "jamás se sometía al matrimonio por mucho tiempo". Esto molestó a Rodrigo, y su hijo,César Borgia, dio inicio a un asalto en Forlì.[4]
Papado
«El Papa Alejandro es una mezcla extraña. Es un gran administrador e incluso ha beneficiado a la Iglesia, pero su lado maligno siempre supera al bueno. Durante años fue el tesorero del Vaticano y encontró maneras de amasar una fortuna. La experiencia le ha resultado muy útil. Vende sombreros de cardenales, lo que le ha garantizado tener de su lado a montones de ellos. Incluso ha perdonado a criminales, siempre y cuando tuvieran suficiente dinero para librarse de la horca.»
En el cónclave de 1492, en el cual Rodrigo fue elegido papa, no se tuvieron en cuenta sus méritos personales, sino que los criterios de elección fueron otros: se atendió más a posturas políticas que a las religiosas.[1] Según la Asesina Teodora Contanto, Rodrigo sobornó al cardenal Ascanio Sforza para que lo votase en el cónclave, proporcionándole cuatro mulas cargadas de plata.[7]
El nombre de Rodrigo como papa fue "Alejandro VI", tras convertirse en vicecanciller de la Iglesia, general de sus ejércitos y prefecto de Roma, además de persona de confianza de los cuatro papas precedentes y sagaz diplomático desempeñando funciones de legado de la Santa Sede ante las cortes europeas. Reunía, pues, las condiciones precisas para gobernar unos estados—los pontificios—que buscaban su engrandecimiento territorial y político, ajenos a que constituían el patrimonio material de una organización eclesiástica de finalidad exclusivamente espiritual.[1]
El nepotismo exhibido por otros papas dio paso con Alejandro VI al paternalismo, pues tenía hijos en número sobrado como para desempeñar todos los rentables ministerios cuyo otorgamiento quedaba en manos del papa. De madre no precisada habían nacido primeramente Girolama, Isabel y Pedro Luis, que sería el primer duque de Gandía. Siendo Rodrigo ya cardenal, hacia 1467, tuvo por amante a Vannozza Cattanei, de cuya relación fueron fruto Lucrecia, César, Juan y Godofredo (Jofré). Aún se le reconocen otros dos hijos de la tercera de las amantes «estables», Julia Farnesio. Los utilizó a todos en el desarrollo de sus planes políticos, particularmente a César, el brazo ejecutor de sus campañas militares, y a Lucrecia, cuya belleza y atracción usó como señuelo para captar por vía matrimonial a quienes la conveniencia del momento los convertía en aliados de interés.[1]
Al final de la década de 1490, Borgia perdió todo interés en ayudar a Andreas Palaiologos a restaurar el Imperio Bizantino; Andreas terminó muriendo pobre en Roma en 1502.[3]
Descubrimiento en la bóveda
Ezio: «Creí que estaba por encima de esto… pero me equivoqué… He esperado tanto… ¡he perdido demasiado…! Requiescat in pace, maldito infeliz.»
Borgia: «¡Yo creo que no!»
— Ezio, tras intentar matar a Rodrigo Borgia[fte.]
Durante una sesión en la Capilla Sixtina, Alejandro dio un discurso a sus feligreces y cardenales, en el que fue atacado por el mismísimo Ezio, que había logrado infiltrarse e intentó matarlo desde una plataforma elevada. Aunque Ezio logró clavar la cuchilla en el cuello de Rodrigo, no le hizo daño, pues éste portaba la Férula Papal, la cual era la segunda Manzana de Edén, y con ella logró protegerse de los daños que pudiera causarle el Asesino. Ezio exclamó ante Rodrigo el deseo de darle muerte que había guardado desde la pérdida de su familia, y que ahora cumpliría. Sin embargo, Rodrigo le dijo que no sería así, y lo atacó con la férula en plena ceremonia. Los cardenales huyeron asustados o se escondieron, mientras Borgia elevaba la férula, provocando un temor absoluto de todos en la capilla menos del Asesino, quien permaneció de pie sin mover un solo músculo, asombrado ante los actos de Alejandro VI. Rodrigo no podría creer que Ezio no sufriera los efectos de la imponente energía que emanaba de la "manzana", pero luego se dio cuenta de que era él quien portaba en su persona la otra Manzana, la primera, la cual llevaba en un bolso de piel que portaba en su cinto. Cuando Rodrigo le dijo que le diera el artefacto, Ezio le contestó una grosería ingenua, a lo que Rodrigo mostró risa y exclamó que la actitud del Asesino se asemejaba a la de su difunto padre, y que se regocijara, pues lo iba a matar y se reuniría con Giovanni.[4]
Borgia apuntó con la férula a Ezio y le ordenó que se la diera; Ezio respondió irónicamente que así sería, pero usó el poder de la Manzana, y con ella se multiplicó en diferentes personas, todas portadores de una Manzana casi idéntica y totalmente imposible de reconocer. Rodrigo quedó atónito ante la demostración de poder, y afirmó que aquella exhibición era fascinante, pero que no salvaría a Ezio de la inminente destrucción que causaría con la férula y su energía. Todos los ezios se abalanzaron sobre Rodrigo, golpeándolo con cestos de metal y algunos con espada. Conforme se acercaban, Rodrigo se dio cuenta de que varios de ellos traían túnicas diferentes, distinguiendo al Ezio auténtico por ser quien portaba una armadura negra. Rodrigo se defendió empuñando la férula como medio de protección, evadiendo los golpes y bloqueando los espadazos, finalmente arremetiendo contra el Ezio real. Pero Rodrigo no pudo contra Ezio, y éste terminó dejándole una severa marca de golpe en el rostro, con esto desapareciendo el resto de las proyecciones falsas de Ezio provocadas por la Manzana, y Rodrigo se alejó hasta el estrado, aferrándose a la férula y temiendo su muerte inminente. Ezio le dijo que todo ya se había acabado y que se rindiera, y con esto el Asesino se aseguraría de matarlo rápidamente. Sin embargo, Rodrigo volvió a utilizar el poder de la férula, derribando a Ezio. Después, tomó de las manos del Asesino la Manzana, y la colocó en el puerto de la parte superior central de la férula; acto seguido, utilizó el poder de los artefactos para levantar a Ezio del suelo y apuñalarlo en el vientre, y tras esto, desapareció del estrado en busca de la Cámara oculta.[4]
El pasaje hacia la sala de las cámaras estaba cerca del estrado, presionando los dos enormes botones que yacían frente a unas esculturas de piedra redondas, y con esto abriendo un pasadizo subterráneo desde la parte inferior del estrado. Ezio encontró este pasadizo, y halló a Borgia intentando entrar en la Cámara. Rodrigo exhalaba gritos desaforados para poder abrir la puerta de la Cámara, pero no funcionó nada, y Ezio, curado por el poder de la Manzana, avanzó hacia él, dejando claro que quería que aquello fuera hecho sin armas, quitándose la cuchilla oculta y las espadas, dejando solo sus manos desnudas, a fin de que demostrara Rodrigo quién sería realmente digno de entrar en la Cámara. Éste, sin más opción, aceptó los términos y brúscamente arremetió contra el Asesino. Durante la pelea, Ezio le preguntó a Rodrigo que qué quería él que estaba dentro de la Cámara, y el Papa se sorprendió al ver que el Asesino desconocía lo que yacía dentro, y le explicó que era el mismo Dios que se encontraba allí, y que solo el digno Profeta—Su Santidad—podría acceder a la Cámara y comunicarse con Dios. Rodrigo también exclamó que los Asesinos no eran dignos de poder comunicarse con Dios, y que el Profeta tenía que ser Templario, aunque éstos estuvieran en contra de los ideales divinos y pensaran que lo mejor era la esclavitud de la humanidad. Ezio rió mientras golpeaba en el rostro al Papa, y le preguntó si él de verdad pensaba que el Asesino creyera que Dios se encontraba dentro del Vaticano, pero Rodrigo exclamó que Dios era más que lo que todos creían, y que la Sagrada Biblia era ficción escrita por hombres dementes, al ser Dios alguien muchísimo más poderoso y elemental para el Universo. Ezio continuó riendo y le preguntó al Papa qué esperaba él hacer cuando lo viera dentro de la Cámara, y Rodrigo contestó que no le importaba nada, pues solo deseaba adquirir poder. Ezio sintió vergüenza, y le dijo a Rodrigo que cómo podía él, siendo Papa, desconocer y desacreditar el centro principal de su fe religiosa. Rodrigo contestó con risas, preguntando al Asesino si de verdad era tan inocente, ya que se había convertido en Papa porque esto le había concedido mucho poder. Ezio, fúrico, lo golpeó incansablemente, hasta que lo empujó contra un muro y lo estranguló con ambas manos.[4]
Rodrigo, agonizante, exclamó a Ezio que cómo podía atreverse a hacer aquello, ya que él era el Profeta, él y solo él. Ezio le dijo que eso nunca había sido cierto, y Rodrigo, destrozado, le pidió que acabara con su vida, pero el Asesino se negó a hacerlo, señalando que la muerte del Papa no le regresaría a su familia, por mucho que él hubiera sido el gran culpable.[4]
Rodrigo logró salir de aquel aprieto ayudado por sus cardenales, aunque no pudo atrapar a Ezio, que tras visitar la Cámara y comunicarse con la diosa Minerva de "Aquellos Que Vinieron Antes", fue capaz de evacuar exitosamente Roma con la ayuda de su tío, Mario Auditore.[8]
El pago de los errores
«Y, por supuesto, están las verificables cientos de atrocidades indescriptibles: cientos de cortesanas llevadas al Vaticano por la carretada, por no mencionar la cercana "amistad" de Rodrigo con su hija ilegítima, Lucrecia. Ah, sí, ¿y mencioné que las masacres jamás terminaron? Durante todo su mandato ecleciástico, Rodrigo se encargó de dar muerte silenciosamente a sus enemigos tras bastidores, consolidando el poder templario hasta el glorioso día en el cual, finalmente, obtendrían completo y pleno control.»
―Shaun Hastings, en la entrada de Borgia del Animus 2.0[fte]
Alejandro VI decidió dejar a un lado a los Asesinos tras su fracaso en obtener la Manzana de Edén, y prefirió encontrar su poder en Roma. El mandato de Rodrigo como el Papa Alejandro conllevó un puño de hierro a todos los ciudadanos que no formaban parte de la nobleza italiana, así como el fundamento de las bases para todo lo que fueron las posiciones más prestigiosas para todos los miembros de su familia, y las bases para la nefasta campaña de conquista europea de su hijo César Borgia, quien se aseguró de tomar el rango de Capitán General de los Ejércitos Papales, matando a su propio hermano en el proceso. Rodrigo como Papa abusó mucho de un poder sumamente desprestigiado ante los ojos del pueblo y hasta de varias altas autoridades de la Iglesia, por no mencionar actos vandálicos y hasta obscenos dentro del mismo Vaticano, en los que estaba incluido el de llevar a cientos de prostitutas a los servicios de su gente, e incluso seguidas violaciones por parte de Rodrigo y César a su hija, Lucrecia. Rodrigo sabía que Lucrecia utilizaba a César, que aparentemente estaba enamorado de ella, para conseguir lo que deseaba, pero también que las aspiraciones de César en diversas ocasiones iban mucho más allá de su capacidad.[8]
Alrededor de la década de 1500, con la concentración plena del poder de los Borgia en Roma, Alejandro hizo saber falsamente en el Castel Sant'Angelo que él estaría presente junto con César en una presunta reunión con algunos socios y su hija, Lucrecia. El Asesino y filósofo Nicolás Maquiavelo alertó a Ezio Auditore de la situación y le dio la orden de matar a Rodrigo y a César. Ezio entró en el castillo silenciosamente, solo para darse cuenta de que el Papa no se encontraba en el castillo, y ver a César besar a Lucrecia. Sin embargo, Ezio rescató a Caterina Sforza del castillo, adonde había sido llevada tras el asalto de Forlí, y confrontar a Lucrecia, quien posteriormente relataría a su padre y a su hermano lo sucedido.[8]
Durante el festín pagano de Juan Borgia, en 1503, Rodrigo acudió a duras penas solo para evitar el ser mal visto por muchos de sus confidentes durante la fiesta. Juan, que era conocido por los demás socios templarios de Rodrigo como "El Banquero", por ser quien dirigía todas las operaciones monetarias de la familia Borgia con sus socios, por no mencionar que además era uno de los principales generales de César, pidió a Rodrigo y a César que hicieran la intervención principal en la fiesta, presentándola con alegría, aunque aparentemente no muy obvia ante aquel grupo de hombres y mujeres semidesnudos que continuamente se emborrachaban uno al otro. César fue quien intervino más, opacando a Rodrigo, y esclareciendo que ejercería plenamente la voluntad de Su Santidad como Capitán General, acto que incluía por supuesto, la conquista de las grandes civilizaciones europeas y la misma unificación de los Estados italianos. Rodrigo se molestó con César por haber hecho público su deseo, aparentemente estrategia ahora, de conquistar y unir todos los Estados integradores de Italia bajo el estandarte del Papa. César le dijo a Rodrigo que le permitiera actuar con libertad, ya que era él quien disponía de un ejército, y que disfrutara de la fiesta. Rodrigo abandonó el lugar, sumamente enfurecido por la actitud de sus hijos.[8]
Irónicamente, Ezio Auditore da Firenze intervino de encubierto en la fiesta, y asesinó a Juan Borgia desde un banco. Afortunadamente para el resto de la familia Borgia, ya habían huido del sitio y pedido ayuda a sus aliados para matar al resto de los Asesinos. Los aliados de César, Micheletto Corella y Octaviano de Valois, estuvieron conspirando abiertamente para derrocar a Rodrigo Borgia, y éste estaba consciente de eso, pero supo que no podía actuar precavidamente sin atraer la atención de su hijo, por lo que decidió que era mejor hacerlo de manera personal a indirecta.[8]
De la mano de César
Rodrigo: «Te lo doy todo, y sin embargo jamás es suficiente.»
Lucrecia: «¡César, él quiere envenenarte!» Rodrigo: «No escuchas la voz de la razón.» César: «Padre, ¿acaso no lo ves? ¡Yo controlo todo esto! ¡Si yo quiero vivir, viviré! ¡Si yo quiero tomar algo, lo tomaré! ¡Si yo quiero que tú mueras, MORIRÁS!»
El año 1503 resultó ser fatal para el control de Roma por parte de los Templarios, y aún más para la influencia de Rodrigo como Papa Alejandro VI. César perdió cada vez más terreno dentro de Roma, hasta que finalmente murió su aliado en el ejército francés, Octavio de Valois, y su matón, Corella, aparentemente lo había abandonado. Rodrigo, impaciente por ver cómo César permanecía indiferente ante tales situaciones y poco hacía al respecto, planeó matarlo envenenando una cesta de manzanas de la cual él comería cuando lo visitara en los aposentos papales del Castel Sant'Angelo.[8]
Cuando César llegó a su habitación le reclamó a Rodrigo que sus fondos estaban casi acabados, aparentemente porque desconocía el hecho de que Juan Borgia el Mayor había sido asesinado, y que con él se hundieron sus cuentas bancarias. Sin embargo, Rodrigo prefirió no responderle directamente a César, manteniendo cierta distancia porque en parte porque deseaba preservar su autoridad sobre su hijo, y en parte porque temiera de la manera en como sería capaz de actuar César si se enfurecía en mayor gravedad. Alejandro VI optó por responder a César del modo que las dificultades financieras afectaban a todos, aunque fuesen miembros o líderes de un ejército. César se dio cuenta de que su padre se refería al descuido que había hecho del Ejército Papal y sus campañas contratando mercenarios por Toscana y Romaña habían acabado en tretas, represalias y masacres de todo tipo de facciones, al final en terreno de nadie. No obstante, César todavía aspiraba unificar los Estados italianos en nombre de la Iglesia y conquistar otros países de Europa, por lo que preguntó a su padre si él le financiaría para emprender sus futuros ataques. Rodrigo afirmó que no lo haría, y en respuesta desesperada César le dijo que usaría la Pieza de Edén para tomar lo que quisiese y que la ayuda de su padre no le vendría útil. En el discurso, César mordió retadoramente una de las manzanas del cesto, y Rodrigo, sin atreverse a mirar le dijo que Octaviano de Valois había muerto, y César, impaciente y sorprendido, preguntó a su padre si él había ordenado su muerte. Rodrigo se molestó ante semejante suposición y le reveló que los Asesinos habían sido quien dieron muerte a Valois. César gritó a su padre y le preguntó que por qué él no los había detenido. Rodrigo contestó que aquello no había estado ni dentro de su capacidad ni de sus obligaciones, ya que había sido César mismo quien orquestró el ataque a Monteriggioni. Rodrigo también, furioso, le dijo a su hijo que debía de responsabilizarse por sus actos. Éste le refutó todos los logros que había conseguido a pesar la "interferencia" de obstáculos, llamando a su padre un fracasado. Sin embargo, cuando intentó irse, Rodrigo le negó el paso, afirmando que no iría a ningún lado porque él estaba en posesión en la Pieza de Edén. César le dijo a su padre que se hiciera a un lado, y Lucrecia, que apareció desde una de las habitaciones, le dijo a César que su padre planeaba envenenarlo.
En ese momento, César se dio cuenta de que había mordido y tragado un pequeño trozo de una manzana. Rodrigo, viendo que posiblemente estaba en sus últimos momentos, confrontó a César y le dijo que él jamás lo escuchaba ni tomaba en cuenta. César estaba fúrico, pero permaneció neutral, y le dijo a su padre que él era quien controlaba todo, que su voluntad se hacía de inmediato, y que en ese momento su voluntad era matarlo a él. César se abalanzó sobre su padre con la manzana mordida en una mano y la incrustró en la boca del Papa hasta matarlo, bien sea a causa de envenamiento o por haberle roto el hueso de la mandíbula con la presión que había puesto sobre la manzana.[8]